Pixar fracasa en «Brave», la más convencional de sus historias, y «Ted» hace gracia pero no mata
Resulta indudable que Christopher Nolan posee un inmenso talento narrativo. Es un director superdotado para la confección visual de historias, un creador que consigue hacer confluir la comercialidad del cine como espectáculo con la solemnidad del cine como arte.
Nolan es un autor brillantísimo, que sabe elaborar bellas y sabias imágenes y que domina, como pocos en Hollywood, con absoluta precisión el lenguaje cinematográfico. Sus películas son visualmente deslumbrantes.
Como también resulta indudable que a Nolan le gusta trascender, le encanta que sus historias vuelen más allá de su cuidada textura visual. No reprocharemos eso, en absoluto, pero siempre y cuando no se caiga en el engolamiento. Y a Nolan a veces le pasa, densifica en exceso su cine, lo vuelve plomizo.
El ejemplo más paradigmático de esto es «Origen», film contenedor de todo lo bueno y lo malo de Nolan, tan brillante visualmente pero presuntuoso temáticamente.
Esta vanidad ególatra de Nolan no menoscaba su calidad como director de cine, lo que le ha permitido hacer magníficas películas como «Memento» o «El Caballero Oscuro» aunque se haya sobrevalorado otras como «El Truco Final», «Insomnia» u «Origen».
No me encandiló precisamente «Batman Begins», vi demasiada psicología y poco superhéroe, aunque el tiempo me ha permitido revalorarla en su justa medida, como lo que es: el primer engranaje de la trilogía de un nuevo Batman más intelectualizado y autoral.
Después de plantear el concepto en la primera entrega, Nolan logró el equilibrio perfecto entre espectáculo y profundidad en la memorable «El Caballero Oscuro», un auténtico monumento cinematográfico. Lo tenía difícil Nolan después de tan excelsa obra pero «La Leyenda Renace» es un cierre dignísimo de su trilogía.
De nuevo Nolan teje otro espectáculo absorbente y torrencial, cargado lo suficiente de trascendencia pero sin desequilibrarlo, ata al espectador a la butaca durante sus más de dos horas de duración con una historia atractiva (aunque habría que analizar con calma el mensaje un tanto ultraconservador de proteger el status quo ante los salvajes revolucionarios) explicada a través de una narración cinematográfica prodigiosa.
La escena final de «La Leyenda Renace» es otro ejemplo de buen y espectacular cine.
Pixar pincha
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«Brave» sabe más a Disney que nunca y aunque la animación es perfecta y el mensaje bonito, la película se ve venir desde la mitad del metraje y nos deja fríos como un témpano, sin emoción ni sorpresas hasta el final. Francamente decepcionante.
El osito cachondo
«Ted» tiene gracia, hay que reconocerlo, pero se desinfla en la mitad de su metraje. La parte final de acción es un recurso bastante socorrido y fácil que no conecta con el atrevimiento y la mala baba de la que hace gala la cinta en sus primeros compases.
«Ted» tiene su punto cuanto más friki y ochentera se vuelve y cuantos más dardos lanza contra todo el mundo. Para pasar un rato agradable, reírte unas cuantas veces e irte a casa tan pancho.
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